Los años heroicos de un pequeño hombre

En un pueblo modesto cerca de Manresa (Barcelona), cuna de la revolución industrial en Cataluña vive Pere, un niño de una familia de terratenientes rica. Ya con 12 años maneja el Ford T del alcalde del pueblo. Debido a la adicción al juego de su padre, la familia se arruina y el primogénito Pere abandona la escuela con 14 años y busca trabajo en Barcelona. Su empuje y su mentalidad trabajadora lo llevan a encontrar un empleo como camarero en un bar en el distrito de Gràcia. En sus pocas horas libres, distribuye pesadas botellas de vino en el vecindario, vende tabaco y comienza a hacer negocios con todo el mundo. Unos años más tarde, Pere ya es dueño de las tiendas de comestibles más importantes de la ciudad y de una compañía de taxis con vehículos estadounidenses, entre otros negocios, cuando los coches prácticamente no circulan en la ciudad. Entre las muchas anécdotas, cabe destacar que Pere celebra reuniones de negocios regularmente en el hotel Ritz de la ciudad de Barcelona, ​​donde se le llama «Don Pedro», y recibe cartas enviadas desde Sevilla, donde solo aparecen su nombre y «Barcelona».

A pesar de todo, el padre de Pere se las arregla para salvar un pequeño negocio de camiones de carga y, a principios de la década de 1930, Pere llega con su padre y sus hermanos al Principado de Andorra transportando piedras para construir las muros y las instalaciones de Fhasa (Forces Hidroelèctriques d’Andorra SA, hoy conocido como FEDA), el proyecto público más importante del país en el despliegue de infraestructuras energéticas y la red de carreteras que conectan las fronteras de España y Francia. Esta aventura le permite descubrir el pequeño país de los valles y se enamora de su belleza y de las oportunidades de negocios que ofrece, especialmente en un momento en que la dictadura española se establece en el país vecino y entra en una espiral de falta de libertades, pobreza y aislamiento del extranjero. La familia de Pere se instala en Les Escaldes y Pere aprovecha la falta de productos comercializados en la España de la posguerra para introducir masivamente productos de Francia y más lejanos a través de Andorra, una práctica muy habitual en ese momento conocida como «estraperlo».

Sus diversos negocios en Barcelona ya hace tiempo que son fructíferos y en 1943 construye el hotel Rosaleda en Encamp donde establece una base permanente en Andorra y dirige su negocio desde allí. El hotel Rosaleda está diseñado por Adolf Florensa, el mejor arquitecto de Barcelona de la época, y gracias a la ayuda de Yvette, la esposa de Pere, de origen suizo y con estudios de hostelería en Lausana, lo convierten en el mejor hotel del país, establecimiento de lujo de referencia en Andorra y entre las mejores familias de Barcelona que pasan los veranos enteros disfrutando de nuestros valles. (Hoy en día es un edificio clasificado de interés público por el Gobierno de Andorra y la sede del Ministerio de Cultura). El Rosaleda es el primer hotel del país con piscina y salón de fiestas donde se reúnen numerosas parejas andorranas y muchas se casan, en una época en la que las casas de Encamp no tienen agua corriente. La carretera  nacional andorrana desde la frontera española se asfalta hasta la puerta del hotel porque «lo merece», el resto sigue siendo un camino de pedruscos hasta la frontera francesa durante varios años.

No obstante, Pere mantiene otra base en el territorio español en Tàrrega (Lleida) donde establece una tienda de comestibles y una fábrica de almendras que vende vagones  enteros a Francia. Pere es un pionero en muchos campos. Su valentía y visión empresarial lo llevan a fundar en 1953 la primera empresa de transporte público de Andorra, Clipol, hoy conocida como Cooperativa Interurbana, junto con Climents y Pol, socios de Sant Julià, e Yvette viaja regularmente a Alemania con su pequeño Messerschmitt para buscar nuevos autobuses para incorporarlos a la flota. Más tarde, en los años 60 Yvette se instala en Barcelona y crea una compañía relojera que distribuye prestigiosas marcas suizas como Jeager-LeCoultre, Favre-Leuba y Ebel, una hazaña en esos tiempos de escasez.

Otros emprendimientos de Pere se destacan en el sector automotriz, que le conduce durante los años 1950-60 a obtener la primera representación de Auto Union en el Principado, ahora Audi (Auto Union Deutsche Industrie) y al lanzamiento en la importación, transporte y distribución de combustible con estaciones de servicio distribuidas a través de la capital, Encamp y el Port d’Envalira, siendo él el primero en comercializar las marcas Total con un socio andorrano y Elf solo en el país. Pero más adelante regresa a la industria del turismo y en 1968 inaugura el primer telecabina del Principado de Andorra que une el centro de Encamp y el lago de Engolasters con la construcción de un edificio en el puro e innovador estilo constructivo alemán Bauhaus de la época. Pere importa el mecanismo de Suiza y lo lleva a la montaña con mulas. (Actualmente ya desaparecido, sigue siendo la única góndola de inversión privada jamás construida en Andorra y puede asimilarse a las primeras inversiones en el dominio del esquí en el país; el segundo aparato, de capital público, comienza solo 30 años después.)

Otras ideas de negocios le llevan a invertir en tiendas de comercio electrónico, joyería y carnicerías en Andorra La Vella, así como en numerosas transacciones inmobiliarias en Andorra, Tàrrega y Barcelona, y con participaciones en un casino en Toulouse y en la adquisición de los principales bingos (sitios de apuestas) de Barcelona. Finalmente, ya en edad avanzada, construye el hotel Pic Maià de tres estrellas y con más de 100 habitaciones a 2400 metros sobre el nivel del mar en el Port d’Envalira, actualmente el hotel más alto de los Pirineos.

Las pocas pero intensas tertulias han promovido mi espíritu empresarial y la idiosincrasia de Andorra durante las comidas familiares, y sus negocios han llegado a mi alma como con muchos otros empresarios andorranos. Este es mi legado.