Las nuevas empresas nacen de ideas que se convierten en proyectos y luego en planes de negocios que sirven de guía en su ejecución y para captar fondos y poder lanzarse al mercado. No obstante, los planes de negocio son poco útiles para algunos principalmente por tres motivos:
- La complejidad de las numerosas variables que los componen (estrategia, equipo, plan de marketing, previsión financiera y programa de ejecución) y que además deben interactuar entre sí;
- La incertidumbre que el avance imparable y acelerado de la tecnología genera, modifica los hábitos de consumo continuamente y convierte los modelos de negocio existentes rápidamente en obsoletos;
- Los aspectos difícilmente previsibles como la geopolítica que pueden afectar un poco o en gran medida la viabilidad del proyecto.
Si además añadimos que los inversores que los lean difícilmente se creerán los cálculos financieros reflejados, ya que “Excel lo aguanta todo”, nos quedan pocos argumentos para dedicarles sudor y lágrimas a tan precioso documento.
A pesar de estos argumentos destacados, así como de otros, a veces no menos importantes, los planes de negocio son sin embargo buenas guías si nos muestran claramente el camino a seguir hacia el propósito final, cuyo trazado deberá necesariamente corregirse a lo largo del viaje para adaptarse a los imprevisibles cambios.
No obstante, muchos dirigentes y emprendedores tienen dificultades en definir una visión clara que pueda inspirar a las partes interesadas, muy en especial a sus colaboradores y futuros clientes. No cuestionarse sobre los aspectos fundamentales y sobre el desarrollo posterior de sus acciones conduce inevitablemente a incongruencias y mensajes confusos que se traducen en negocios fallidos, resultados mediocres, equipos de trabajo desmotivados e inversores insatisfechos.
Simon Sinek en su bestseller “Comienza con por qué” muy acertadamente muestra cómo esta simple pregunta, que necesariamente debe formularse todo líder al principio de su plan estratégico y comunicarla debidamente, puede conducir al éxito o al fracaso de cualquier proyecto.

Es curioso ver que a pesar de la importancia que tiene, todavía muchos líderes desconocen u obvian este aspecto fundamental. ¿Cómo podemos motivar nuestros equipos sin compartir los valores fundamentales o comunicar el sentido de nuestra idea o proyecto? Es más, algunos todavía carecen de una idea clara de lo que pretenden conseguir a largo plazo y “empujan” en cualquier dirección, ¡a veces incluso en sentidos opuestos! Además, cada vez encuentro más emprendedores que por su naturaleza (léase visión, ilusión, ambición y capacidad de riesgo) partiendo de una idea de negocio se concentran en hacer grandes y bonitas presentaciones para intentar captar inversores –desesperadamente en muchos casos– pero que obvian el “por qué” de su proyecto, así como en reflejarlo y justificarlo en su plan de empresa, hecho que difícilmente inspirará y atraerá interesados a menos que sean excesivamente impulsivos y para obtener resultados fortuitos. Reptarlos en este ámbito es un gozo y cuando se ven (y aceptan) estar desnudos de estrategia se les ayuda a definirla y a afinar el mensaje a transmitir.
Muchos de ellos, incluso algunos inversores, te vienen con justificaciones personales como si ellos mismos representaran el mercado al cuál se van a dirigir con las mismas garantías, y a veces absurdo convencimiento, como cuando compras un boleto de lotería y crees que te va a tocar porque es tu día de suerte. ¿Olvidaron la importancia del marketing? Las ideas, por muy buenas que sean y bonitas que parezcan, no se “venden” si no se aborda la parte emocional de aquellas personas que integran los mismos valores y creencias. Además, el sentido que puede tener el proyecto es definitivamente una palanca de estimulación muy potente en las organizaciones y que en la mayoría de los casos se desconoce o no se le da la importancia que merece para atraer y conservar el talento.
Pero, ¿estamos hablando de liderazgo o de estrategia? Si nos referimos al dibujo anterior y lo confrontamos con el siguiente, veremos que ambos confluyen visto que inspirar y definir la estrategia a implantar recae en la función de cualquier líder o dirigente ya sea en vistas a un proyecto, una empresa o incluso un programa político. Luego les corresponde a los directores de cada área definir cómo implantar la estrategia y finalmente a los subordinados ejecutarla.

Y tú, ¿cómo llevas tu propia inspiración y cómo la transfieres a tus colaboradores? ¿Ya has diseñado un plan de negocios exitoso para tus proyectos?